El emprendedor español es un futuro fracasado o explotador

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Hace unas semanas comentaba en el blog las dificultades financieras y administrativas para emprender en España. Hoy quiero hablarte de otra barrera importante, construida de envidia y desconocimiento, y que convive en la mentalidad de muchos de los habitantes de este país. Por desgracia, no es solo un fenómeno español, sino algo muy habitual en Europa. En Francia, por ejemplo, la dicotomía del que te hablo es exactamente la misma. Se resume en lo siguiente:

“Si emprendes y tu proyecto no prospera, eres un fracasado. Si tienes éxito, seguro que no ha sido cumpliendo las normas, has hecho trampa. Eres entonces un explotador”.

El estigma del fracaso

El miedo al fracaso es uno de los frenos más habituales para un emprendedor. Es algo perfectamente entendible. Montar un negocio tiene consecuencias considerables sobre el plan de vida de una persona, e implica asumir unos riesgos financieros que pueden llegar a ser importantes.

Pero este miedo se ve en gran parte exacerbado en España por la mentalidad dominante. ¿Cuántos emprendedores tienen que escuchar cada día las advertencias de otras personas para no arriesgarse? Por desgracia, no es un estereotipo. Es el fruto de una cultura de la seguridad, cuya máxima expresión es la aspiración a ser funcionario, en gran parte de los casos no por vocación, sino por conseguir un empleo seguro de por vida.

Ni es malo querer la seguridad de un puesto de funcionario, ni es genial querer ser emprendedor. Cada persona elige lógicamente su camino en función de su perfil personal y de sus aspiraciones. El problema viene de que la sociedad en su conjunto, refuerza el deseo de seguridad y estigmatiza el supuesto fracaso de los emprendedores.

Fracasar se ve como algo malo (hasta allí es entendible), pero sobre todo definitivo. Una persona que tropieza se convierte automática y definitivamente en fracasada. Todo se centra la parte mala del evento (no conseguir lo que se quería), olvidando el tremendo aprendizaje que representa el conjunto de la experiencia. Edison dijó: “No he fracasado, he encontrado 10.000 formas que no funcionan”. Cualquier científico sabe que incluso resultados negativos son resultados. Aquí, en este blog, me gusta repetir aquella frase de “Emprendiendo, unas veces se gana y otras se aprende”.

Una persona que fracasó tiene una experiencia aprovechable para futuros intentos. En lugar de entender el verdadero significado de un fallo, la sociedad se suele complacer en llamar fracasado a quien lo intentó, como para justificar su propia elección de seguridad. No tiene ningún sentido.

Poco a poco, parece que las mentalidades van cambiando. Incluso las leyes mercantiles parecen reconocer progresivamente el derecho al empresario a equivocarse y tener una segunda oportunidad. Pero el camino todavía está muy largo para llegar a entender el fracaso como algo más positivo que negativo, por lo que implica de experiencia.

La envidia del éxito

Al menos el emprendedor que fracasa tiene cierta benevolencia por parte de la sociedad. Se le ve desde la óptica de quien avisó de que no merecía la pena intentarlo y vio como la realidad confortaba su opinión. No ocurre lo mismo con los empresarios que tienen la mala idea de montar negocios rentables. No han fracasado como lo que se esperaba de ellos, y por lo tanto, no han jugado limpio: son los explotadores.

Algunos empresarios abusan, pero no son la norma

Antes que nada, quiero matizar que obviamente hay muchos empresarios que abusan de la situación de poder que han conseguido para cometer abusos, reírse de las leyes o explotar a sus trabajadores. Son comportamientos inaceptables y deberían castigarse muy severamente. Curiosamente, cuanta más grande sea la empresa, más suele pasar. Pero no creo que las grandes multinacionales sean representativas del mundo real de las empresas.

Para tener éxito en los negocios la norma general no es el atajo del chanchullo y la explotación. Simplemente hay que hacer un producto que proporcione una excelente experiencia de compra al cliente. Si se hace mejor que la competencia y en un mercado suficiente, con persistencia y adaptación, con el tiempo la empresa puede crecer, más rápido o más lento.

El éxito de un empresario es el pan de muchos

Es lógico buscar crecer en tamaño y resultados. Los empresarios, como gran parte de los individuos, procuran aumentar su patrimonio y sus ingresos con los medios que tienen a su disposición. Lo que a menudo se olvida, es que para conseguir crecer y mejorar, necesitan apoyarse en otros talentos. Proveedores y empleados aportan por un lado su saber hacer, a la vez que se benefician de los buenos resultados del proyecto empresarial.

Puede haber debate sobre si el reparto de los resultados de las empresas es justo y equitativo entre dividendos y salarios, pero lo que no sufre ninguna discusión es que sin la iniciativa empresarial del creador de un negocio, no se habrían creado esos puestos de trabajo. Un empresario asume un riesgo, y si le sale bien permite a otras personas acceder a unos ingresos estables asumiendo un riesgo mucho menor. Esa realidad se olvida demasiado rápido en algunos esquemas que retratan a todos los empresarios en estafadores.

Enchufado, tramposo, afortunado

Es curioso como casi nunca se escucha hablar de un empresario de éxito en buenos términos. ¿Tanto costaría decir que Fulanito de Tal ha conseguido una empresa de 50 empleados gracias a su trabajo y sus iniciativas arriesgadas? ¿Tan difícil es reconocer el éxito y el talento ajeno?

Por desgracia, los calificativos que se escuchan son todo lo contrario. Tal empresario debe su éxito al apoyo de su familia rica, y nos olvidamos que incluso los proyectos bien financiados pueden fracasar estrepitosamente. Tal otro ha crecido en base a ofrecer una oferta de bajo coste que sus competidores tachan de desleal simplemente porque son incapaces de reconocer un cambio de modelo de negocio, y consiguen trasladar esa opinión en la sociedad. A otro se le quita el mérito por haberse aprovechado de su red de contactos, olvidando que tal red se tiene que construir y mantener, y que no es ninguna garantía de éxito (aunque sí un gran punto a favor).

Cuando no se puede explicar el éxito, simplemente se recurre a conjeturas, y en el último de los casos la única explicación benévola que se acepta socialmente es la fortuna. Este empresario estaba en el sitio adecuado en el momento adecuado. Suena igual que si le hubiera tocado la lotería. Todo para encajarle en el modelo de pensamiento.

* *

Si crees que se puede fracasar sin ser un fracasado, si crees que se puede ser exitoso sin ser un tramposo, entonces quizás puedas cambiar tu opinión sobre los emprendedores y los empresarios. Si ya compartías mi opinión, me alegro, y sino, espero que este artículo ye haya hecho reflexionar y lo compartas con otras personas.

 

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